Para la familia de Schoenstatt Ecuador el acontecimiento de ser “Familia Consagrada en la Patena” por nuestro Fundador el 14 de septiembre de 1968, es una clave transversal. Abarca todo y el todo de nuestro ser y misión. Es una familia que no se entiende a sí misma sin este acontecimiento, que es un hito, una irrupción fuerte de Dios en nuestras vidas. (P. Eduardo Auza, Jornada Nacional 2009)
Si pudiéramos resumir en una palabra el espíritu de los inicios de Schoenstatt en
Ecuador, diríamos “incendiados”, porque el instrumento que la Mater escogió para
traer el Movimiento a nuestra tierra - P. Juan Fernández – era y sigue siendo puro
fuego, hoguera que arde, nos hizo encender por la misión, por el cambio radical en
nuestras vidas y por la transformación del Ecuador en Cristo. (Florentino y María
Antonieta Briz)
Es impresionante cómo el inicio de la historia del movimiento de Schoenstatt en el
Ecuador se gesta en uno de los momentos más difíciles de la misma. Justamente surge
el Movimiento cuando la Iglesia cuestiona su espiritualidad y aplicación pedagógica y el
fundador sufre el exilio a Milwaukee, EE.UU. Las dudas que rondaban sobre la
autenticidad de la Obra, no restaron la fuerza e intensidad que caracterizó la
prehistoria del Schoenstatt ecuatoriano.
Dios en la sabiduría de sus planes prepara hasta el más mínimo detalle para propiciar
encuentros, conversaciones que nos lleven al inicio de la historia del movimiento en el
Ecuador. Todo estuvo previsto por Dios. Cada ser humano que participó en el proceso
de esta generación fue un instrumento en función de la Fundación del Schoenstatt
ecuatoriano. Las personas que lo vivieron saben que nada de lo que ocurrió fue
casualidad.
La Divina Providencia preparó desde la eternidad el terreno para que corazones
sensibles y ávidos de vivir auténticamente su fe descubrieran esta fuente de gracias.
Los colocó en el momento preciso para que pudieran sorprenderse ante la opción de
Schoenstatt. Este es el caso del sacerdote Juan Fernández (misionero español en
Ecuador), quien tenia un anhelo de vivir y formar juventudes que pudieran hacer vida
un cristianismo autentico, “a raja tabla”, y fue al escuchar el testimonio de un joven
ecuatoriano (“el gordo Falconí” su ex alumno en el colegio La Salle en Guayaquil) sobre
el carisma y la misión de Schoenstatt, que prepara un viaje hacia Chile para asimilar
esa “buena nueva”.
Una de las características que más llama la atención es el ardor de la fe de nuestros
primeros Schoenstattianos, que nos lleva a pensar en la historia de los primeros
congregantes en Alemania. Este grupo inicial con un idealismo espectacular, fue la
tierra fértil para que calara y madurar la Alianza de Amor.
Las constantes que nos han marcado en la historia del Movimiento en el Ecuador, son
la magnitud de las dificultades y la perseverancia ante los obstáculos. Gracias a la fe y
audacia de los primeros se pudo seguir adelante. (Tomado del Libro Raíz de Barro y
sangre nueva, Agosto 2021)