Hitos de Schoenstatt

Tercer Hito: 31 de mayo de 1949

Por: Eleana Endara

Después de la guerra, durante la cual la Obra de Schoenstatt había sido probada hasta el extremo, el Padre Kentenich advierte que las relaciones humanas son elementales no sólo para subsistir, sino incluso para el crecimiento en la vida espiritual y en santidad, motivo por el cual sintió la obligación de plantearle a la Iglesia la necesidad de enraizar el amor de Dios en el alma, a través de lo humano de todo lo creado, como medio para llegar al amor a Dios. Que la fe penetrara la vida, y eso no sería posible si no se profundizaba en nuestras vinculaciones naturales y sobrenaturales. .

El 31 de mayo de 1.949 el padre Kentenich deposita sobre el altar del Santuario de Bellavista, en Chile, la primera parte de una larga carta que enviaría al obispo de Tréveris, diócesis en la que encuentra Schoenstatt,- (Alemania), en ella expresa estas ideas con todo respeto, pero a la vez con absoluta claridad. Por muchos siglos se acentuó en la Iglesia la necesidad de morir a los sentidos y a los deseos para crecer en santidad y hasta de distanciarse del afecto de las personas para purificar el amor a Dios. El padre Kentenich advierte que esta forma de pensar es mecanicista y no sólo no nos acerca a Dios, sino que se aleja de Él. y propone en la carta del 31 de mayo una forma de “PENSAR, AMAR Y VIVIR ORGÁNICAMENTE”, y ve la necesidad de afirmar que en este punto se juegan los destinos de la Iglesia y del mundo.

El “hombre orgánico” – a diferencia del “mecanicista” – capta la relación entre lo natural y lo sobrenatural de una forma armónica. Por eso puede ver y amar a Dios en y a través de las criaturas. Las criaturas son: imagen, camino y garantía del amor a Dios, por lo tanto no constituyen un obstáculo o impedimento para amarlo, sino por el contrario son una ayuda necesaria para conocerlo y amarlo. Las criaturas son huellas, y expresión de Dios.

El Padre Kentenich sintetizó en forma excepcional la teología de la Iglesia, pero su mayor genialidad consistió en utilizarla para bajarla a la práctica, a la vida diaria y vivirla personalmente. Todos sus esfuerzos estuvieron dirigidos a que la verdad se refleje plenamente en la vida, la plasme, eleve, así por ejemplo, el axioma: “María une la gracia y la naturaleza” fue uno de los motores de su espiritualidad y apostolado. Dios, causa primera, actúa a través de causas segundas, de todo lo creado, especialmente a través de su creación predilecta, María.

El pensamiento del P. Kentenich causa un revuelo en la iglesia, a tal punto que es visitado para revisar su pedagogía por un enviado desde Roma.

El Padre envía al Obispo su escrito del 31 de mayo acompañado de una carta personal muy respetuosa y atenta, explicándole que no enviaba el escrito como rebeldía frente a la Iglesia. Sin embargo, cuando el Obispo recibe el trabajo, no lo toma como una crítica objetiva y constructiva a la Iglesia, sino como una ofensa personal. Pero el Padre sabía que Dios quería la Obra así como era, está seguro, porque así lo había conducido en el tiempo, dejado crecer, y sólo así en su totalidad es salvación para el mundo.

Ahora yo no lucho por Schoenstatt, sino que lucho por la Iglesia».

Le interesaba muchísimo que la Iglesia comprendiera el «pensar orgánico’ que la Mater nos regaló en Schoenstatt (que ve las causas segundas como camino hacia la causa primera, Dios; y la vinculación a las causas segundas como expresión y seguro de la vinculación a Dios).

En el Santuario de Bellavista (Chile), el Padre confiere una misión especial a la Familia de Schoenstatt. El 31 de Mayo de 1949 se convierte en tercer hito de la historia de Schoenstatt.

En 1951 el Santo Oficio ordena una Visitación Apostólica y nombra para este fin a un jesuita, el Padre Tromp. El Visitador le da al Padre un ultimátum: o deja la Obra libremente y después de un tiempo puede volver a ella, o el Santo Oficio lo separa de ella sin la posibilidad de volver más. Para que el Padre permaneciera junto a su Obra, se ponía como condición que éste cambiara sus principios. Pero el Padre sabía que Dios quería la Obra así como era: “así lo había conducido y dejado crecer, y sólo así en su totalidad es salvación para el mundo”. Por lo tanto la decisión era: «Somos como somos o no somos».

El 22 de octubre de 1951 el Padre parte desterrado de Alemania, sin que existiese ninguna acusación formal y sin que se conociesen cargos concretos contra él. Después de celebrar misa en el Santuario original parte a Suiza, después a Roma y de ahí a Argentina, a Chile y llega finalmente a Milwaukee el 21 de junio de 1952: allí cumplirá el destierro ordenado por la Iglesia, desempeñándose como párroco de la Colonia Alemana durante 14 años.

En la “puesta al día de la santa Iglesia” (agiornamiento) en el Concilio Vaticano II, (1963-1965) el pensar, amar y vivir orgánicamente promovido años atrás por Nuestro Padre Fundador, fue una herramienta valiosa, tomada en consideración por los Padres Conciliares, lo cual nos da la certeza que el P. Kentenich fue un profeta de nuestro tiempo.